Ruta de la Seda, el oro de Xi'an.

"Las damas y damiselas bordan a la perfección,
sobre brocados de seda de todos colores, animales, pájaros, flores
y otros motivos..."
(El libro de las maravillas, Marco Polo).
Contexto.
La seda, nacida en la antigua China, es un tejido marcado por la leyenda gracias a su pasado ancestral y mitológico. Usada en un principio sólo para vestir a la familia imperial, su uso llegó a extenderse debido a su mayor producción, convirtiéndose en uno de los tejidos más deseados por los comerciantes de todo el mundo. Su brillo, su textura, la convirtieron en uno de los productos más prestigiosos del mercado. La Ruta de la Seda era, así, el hilo comercial que conectaba Asia con Europa y que negociaba, no sólo con la seda, sino también con piedras preciosas, ámbar, especias, vidrio o coral. Desde Chang'an (actual Xi'an, en China), pasando por Antioquía (Siria) y Constantinopla (nuestra actual Estambul, en Turquía), esta ruta buscaba las puertas de Europa. Las idas y venidas de distintos clanes, pueblos conquistadores, el paso de la humanidad, al fin y al cabo, otorgaron momentos de explendor y decadencia a esta ruta. Comerciantes europeos (debido a las enormes distancias establecidas entre cristianos y musulmanes) optaron, finalmente, por tomar una ruta de contacto con Oriente a través del mar. Nos encontramos en el s. XV, cuando, además, los persas comenzarán a competir con China en la producción de la seda. Ciudades de gran esplendor, gracias al comercio, pasaron a mostrar sólo ruinas de un tiempo pasado. Su recuerdo volvería a renacer en el s. XIX gracias a espíritus aventureros de viajeros que perseguían fascinados restos arqueológicos de estos reinos. Así, el denominador de esta ruta sería Ferdinand Freiherr von Richthofer, un geógrafo alemán que, en 1877, publicó los detalles de este trayecto que durante siglos fue punto de unión entre ambos continentes.
Itinerario.
Una de las alternativas más exploradas por los viajeros es aquella que toma la Ruta de la Seda atravesando Asia Central. En este tramo vestigios de huellas persas, asiáticas, indias y griegas guiarán nuestro camino.

Partimos desde China...
Xi'an. Es la capital de la seda y la residencia del majestuoso ejército de terracota (figuras de guerreros que debían acompañar al Emperador Qin en la otra vida). Su grandiosidad en la época de la antigua China convirtió a esta ciudad en una fuerte competidora de imperios tan extraordinarios como Roma y Constantinopla. Era la joya asiática, la admiración de oriente y la cabeza del dragón que moldea nuestra Ruta de la Seda.
Lanzhou. La "ciudad dorada", alzada a orillas del río Amarillo, Lanzhou es un punto fundamental en la Ruta de la Seda. Antiguamente era la puerta que unía a China con occidente. Su ubcación la sitúa en el centro de la República Popular de China, y ha sido por ello considerada como "el corazón de la tierra".
Dunhuang. Situada en un oasis, en el desierto de Taklamakan, antiguamente el paso por Dunhuang era parada obligatoria de las caravanas de comerciantes. Una mágica sensación nos sobrecoge con su paisaje de áridas dunas, y con su visita nos instalamos en el punto donde antiguamente se llevaron a cabo numerosos intercambio políticos, comerciales y culturales entre distintas civilizaciones. Visitar aquí las Grutas de Mogao es imprescindible: contemplar sus pinturas nos permitirá entender la historia del Budismo.
Kashgar. Su historia nos deja la huella de una importante ciudad comercial. Aún hoy podemos visitar a artesanos tradicionales que, en el casco antiguo, nos muestran las habilidades trasmitidas por sus antepasados: instrumentos de música, objetos de bronce, muebles de madera, planchas de oro... Situada al oeste del desierto de Taklamakan, es la ciudad de los dos mil años. Sus calles han visto desfilar a miles de mercaderes procedentes de todo el mundo.
Jiayuguan. Comprende el tramo final de la Gran Muralla China y su historia (de más de 600 años) nos habla de ella como de un enclave fundamental en la Ruta de la Seda. En la Antigüedad esta ciudad estaba rodeada por el feroz desierto y era considerada como un brillante punto estratégico, uno de los más importantes del país.

Nos adentramos en Uzbekistán...
Samarcanda. Patrimonio Histórico de la Humanidad, con sus más de 2.500 años de antigüedad. La fortuna de esta ciudad vino de la mano de la Ruta de la Seda, por su ubicación intermedia entre Europa y China. Samarcanda ha bebido de fuentes persas, indias, árabes y chinas. Aquí se llegó a producir el terciopelo más hermoso. Su atractivo se resume en una frase de Alejandro Magno: "Para mí es más bella que la vida".
Tashkent. "Ciudad de piedra", capital de Uzbekistán, poco queda del pasado asiático en esta región. La presencia soviética en esta ciudad la ha inundado de edificios, plazas y monumentos que se salen de la estética que uno esperaría encontrar. Históricamente no conserva tantos atractivos como ciudades como Samarcanda, pero Tashkent simboliza el centro político y cultural del mundo uzbeko.
Bukhara. Eje de la civilización iraní, su visita nos muestra los principales pilares de la historia y arte persa. Tradicionalmente se ha convertido en el centro de la cultura islámica ubicado en Asia Central, además de ser un lugar de peregrinación casi tan importante como La Meca. Entrar en Bukhara es participar de un lugar que, tiempo atrás, se convirtió en zona de paso de viajeros, mercaderes y aventureros en busca de la Ruta de la Seda.
Khiva. Ciudad de historias y leyendas, Khiva está situada entre dos tremendos desiertos: el Kara-Kum y el Kizi-Kum. Su visión en el horizonte era el consuelo de los mercaderes que llegaban extenuados desde Persia. Encontraban aquí un lugar donde descansar y comerciar con jade y especias. Su historia está teñida por el sufrimiento de los muchos esclavos que por aquí transitaron (fue esta región uno de los principales mercados esclavistas del mundo). No hay que olvidar visitar el bario de Itchan-Kala.

Llegamos a Turkmenistán...
Ashgabat. Capital de Turkmenistán, enclavada en el desierto de Karakum (o "desierto negro"), se encuentra próxima a la ciudad de Konjikala, en la Ruta de la Seda, destruida por los mongoles. Desgraciadamente, esta ciudad de mármol blanco ha visto cómo la mayor parte de su zona antigua fue destruida por un terremoto sucedido en el año 1948. Este hecho ha desprovisto a Ashgabat de entornos de estétita oriental tan típicos en la zona.
Merv. Sólo nos quedan ruinas de esta población que, en el siglo XII, fue catalogada como "la más poblada del mundo". Merv estaba formada por cinco ciudades amuralladas que entramaban uno de los nudos más importantes de la Ruta de la Seda. Llegó a ser conocida como "la madre del mundo", el "punto de encuentro de grandes y pequeños" y la capital del Oriente Islámico.
Llegamos a Irán...
Teherán. Capital de Irán y uno de los centros más importantes del mundo islámico. Remontándonos a escritos de carácter histórico, Teherán era considerada como un centro comercial de enorme importancia. Aquí, tradición y modernidad se dan la mano en un entorno de museos, palacios y mercados.
Nos dirigimos hacia Irák...
Mosul. Conocida como "La perla del norte", fue de las capitales económicas y políticas de la Ruta de la Seda y cuna de una de las ciudades más importantes del Antiguo Oriente. Regenta esta ciudad una Mezquita dedicada al héroe y profeta bíblico Jonás, quien, se dice, fue enterrado aquí.
Nuestro último destino: Turquía...
Ankara. Actual capital de Turquía, Ankara es una mezcla de tradición y renovación. Su imagen nos recuerda a un mosaico de colores gracias a los tejidos de seda, los tapices y los tonos de las especias. Cuna del vino, en la Antigüedad fue una ciudad comercial gracias a sus telas, muy demandadas por los comerciantes europeos.
Estambul. Punto final de nuestra Ruta de la Seda, antigua ciudad de Constantinopla. Convertida en el puente de unión entre Europa y Asia, Estambul se nos presenta como demasiado oriental para ser europea y excesivamente occiental para ser asiática. Iglesias, mezquitas, palacios, sinagogas, la convierten en una ciudad donde la mezcla de culturas constituye uno de sus mayores encantos.
Atardeceres en el desierto, ciudades milenarias, monjes de color azafrán... Bazares donde las razas se mezclan, donde las culturas se unen y la historia nos lleva de la mano. Una ruta mágica que merece ser explorada.
