La Torre de Londres.
mientras haya cuervos, hay esperanza.
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"No hay en toda la tierra un sitio más triste..."
(T. Macaulay, poeta londinense del s. XIX).
La Torre de Londres: castillo hecho prisión, prisión hecha armería, armería hecha casa de la moneda. Construida en el siglo XI por Guillermo I el Conquistador (el “Conquistador Bastardo”, dirían de él…), la Torre de Londres se convirtió en un lugar temido. Las muertes y encierros se hicieron demasiado habituales en esta fortaleza, y la sangre derramada provocó leyendas para todos los gustos. Fue residencia de traidores a la corona. Contradecir al monarca suponía un “¡que le corten la cabeza!” precedido por la visita a este lugar. Personajes de la corte de Enrique VIII, como Ana Bolena, Tomás Moro o Catalina Howard encontraron aquí su castigo.
“¡Cuánto pesa esta corona!”,
(Macbeth, William Shakespeare).
El conjunto de la Torre denominado como “Torre Blanca” fue la primera zona construida. Guillermo I comenzó su levantamiento para defenderse de los ingleses tras su coronación (el ascenso al trono de un rey normando fue motivo de numerosas guerras). Pocos monarcas considerarían posteriormente residir en este palacio. Pensado para proteger a sus inquilinos, acceder a su interior era difícil… pero más difícil aún era salir.
La Torre se divide en varias zonas, destacando, entre ellas, tres:
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La Torre Blanca, como acabamos de apuntar, la torre principal, la más confortable, para alojar al rey.
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La Torre Sangrienta, o Bloody Tower, conocida porque en ella fueron torturados muchos prisioneros. Actualmente conserva algunos de los instrumentos de tortura más horribles de la Historia. Su nombre nace del asesinato de los niños Eduardo V y su hermano Ricardo (de 12 y 9 años), llevado a cabo, probablemente, por su tío Ricardo III. Acusando a sus sobrinos de bastardos, para facilitar su ascenso al trono, Ricardo III les encerró en la Torre y no se volvió a tener noticia de ellos. Doscientos años más tarde, durante unas obras efectuadas en el castillo, serían encontrados sus cadáveres.
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La Torre Verde, en cuyo patíbulo se daría ejecución a Ana Bolena y Catalina Howard.
La Torre fue modificada y ampliada en numerosas fases, por varios reyes, hasta que, en el s. XVI, con el poder de los Tudor, la Torre pasó a convertirse en cárcel de prisioneros políticos y de religiosos o nobles oponentes al rey. Aquí yacerían personajes históricos marcados por la leyenda negra. Quizá uno de los más evocados (debido a la creencia de que su alma no logra descansar) es el de Ana Bolena. Segunda esposa de Enrique VIII, pasó de ser “mi fiel amante y amiga” a estar acusada de adulterio, traición y brujería. Ana Bolena perdería la cabeza (literalmente) a sus treinta y cinco años, dejando una acertada descripción sobre sí misma: “¡Seré conocida como La Reine sans tête!” (la “reina sin cabeza”), y parece ser que así se muestra ante los turistas más crédulos.
Otro personaje amado por el rey, Tomás Moro, pereció en este lugar. Canciller y amigo de Enrique VIII, se ganó su odio por no abrazar el Protestantismo y no apoyar su idea de un segundo matrimonio. “Muero siendo el buen siervo del Rey, pero primero de Dios”, diría… y Enrique, a pesar de todo, lloró su muerte.
También la poderosa reina Isabel I pasaría largas jornadas en este encierro. Antes de ser proclamada reina de Inglaterra, su hermana María, llevada por el pánico a ser derrocada, ordenaría su aislamiento en la Torre (“Lady Isabel es mucho de temer…”). Isabel probablemente imaginó su ejecución entre estas paredes, aunque el peso de Parlamento inglés impidió este hecho.
¿Tradición... o superstición?
Si visitamos la Torre seremos, además, observados por unos curiosos habitantes: los cuervos. Su estancia aquí (y su celosa protección a manos del Ravenmaster) nace de la leyenda céltica de Bran Bendigiet, “Bran el Bendito” (el nombre “Bran” significa “cuervo”). Bran es un gigante legendario recordado en la mitología por poseer un caldero capaz de resucitar a los guerreros. El final del dios Bran sobreviene cuando, tras ofrecer a su hermana en un cruel matrimonio, decide vengarla y es herido en una pierna. Su caldero se rompe en pedazos y el héroe ruega a sus compañeros que le corten la cabeza y la suban hasta la Colina Blanca en Londres, donde se ubica la gran Torre. De esta manera se aseguraba que la isla sería protegida de futuros invasores… siempre y cuando su cabeza no fuera desenterrada. La leyenda cuenta que el día en que estos cuervos desaparezcan, la ciudad de Londres quedará indefensa y el reino caerá. Y ahí siguen… y es que no hay maldición que no se cure con trampas. De eso precisamente se encargan los Beefeaters, que les recortan las plumas de las alas para que no puedan volar y, si lo hacen, no puedan ir demasiado lejos. Estos Beefeaters actualmente acompañan a los turistas, pero tiempo atrás su cometido era el de vigilar a los presos. Existen dudas sobre la procedencia de su apodo, pero destaca aquella que nos habla de un nombre compuesto por “beef” + “eaters”, es decir, “comedores de carne”; y es que estos guardianes eran compensados por su trabajo con todo un manjar: la carne de ternera. Como dato curioso, apuntar que, según algunas fuentes, la frase “Cría cuervos y te sacarán los ojos”, procede de aquí. Si alguno de estos cuidadores de cuervos era colgado por algún delito, las aves (a las que habían estado criando con tanto esmero) no tardaban en alimentarse de sus cadáveres… Y es que “De desagradecidos está el infierno lleno…”, y, al parecer, la Torre de Londres.