El Carnaval de Venecia.
La cordura de enloquecer una vez al año.
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-" ¿Cómo es el paraíso?
- Como Venecia, espero. Un sitio que se usa y se desgasta
y que sabe que nada perdura... ni el paraíso,
y que eso,
al fin y al cabo,
no importa..."
(Roberto Bolaño).
El Carnaval de Venecia, esa explosión de colores, máscaras y disfraces, nace de una tradición pagana dedicada a llamar al Sol para combatir el invierno. Con el nacimiento del cristianismo, ambos mundos se funden y el Carnaval adopta otro significado: carne vale, es decir, “adiós a la carne”. Era esta una forma de dar rienda suelta a los placeres antes de que llegara la Cuaresma, donde los deleites de la carne estaban absolutamente prohibidos. Como afirmaría el escritor John Evelyn, “la locura y demencia del carnaval” se apoderaban de las calles. Funambulistas, acróbatas, tragafuegos... convivían con carreras de toros, canto de eunucos y “altercados con disparos entre un noble enfurecido y su cortesana, a causa de un besuqueo en una góndola”. Esta festividad nace probablemente en el siglo XI, aunque no llega a ser considerada como evento oficial hasta el siglo XIII, alcanzando su máximo explendor en el XVIII. Aristócratas y personajes de la nobleza acudían desde todos los rincones de Europa para participar de este evento que velaba por sus identidades gracias al uso de máscaras. Durante esos días, todos los estratos sociales se daban la mano, y las personas dejaban de tener rostro para entrar en una relación de igual a igual. Sin embargo el Carnaval se vería interrumpido con la presencia de Napoleón en Italia. Temeroso de que esos días de desenfreno pudieran desencadenar algún tipo de conspiración, el dictador prohíbe los Carnavales, que no volverán a ser recuperados hasta 1979. Es en este año cuando un grupo de jóvenes venecianos, enamorados del teatro y la cultura, decidieron rescatarlo y restaurarlo de nuevo.
Las máscaras y los disfraces son los auténticos protagonistas. Estas indumentarias suelen hacer referencia a periodos de la Historia de Venecia o a la tradición dramática de la commedia dell'arte, un género teatral cómico dominado por las acrobacias y los juegos malabares. Junto a estos conviven las llamadas fantasie, máscaras de fantasía, fabricadas con moldes de papel maché y decoradas con plumas, pieles y joyas. Los maschereri (mascareros) son considerados como verdaderos trabajadores en el Arte de los Pintores, orientados a satisfacer las exigencias de sus clientes. Abundan, así las maschera nobile, caretas de color blanco que se acompañan de ropas de seda negra y sombrero de tres puntas. Junto a ellas, se codean otras máscaras como la del Arlequín, la de Pierrot, la de la Bauta, la Moretta, el Doctor Peste, la máscara Larva (o Volto) y el antifaz, entre muchas otras...






"¡Reír, cantar, beber, corta es la vida!"
Cada año el Carnaval de Venecia se inaugura con el llamado Volo dell'angelo, el "Vuelo del ángel", tradición que nace a mediados del siglo XVI y que era conocida como el "Vuelo del Turco". Esta práctica se basa en el descenso de una preciosa joven que, haciendo uso de una tirolina, baja desde el campanario de la Piazza San Marco (a 99 metros de altura), sobrevolando por encima de los atónitos turistas. Con este acto se inician 10 días de fiesta donde abundan los bailes privados, los desfiles de disfraces, los conciertos y los espectáculos teatrales. El Carnaval se vive en la calle, ignorando el frío tacto del febrero veneciano, y el ambiente se viste de ropajes del siglo XVIII y vestimentas que dan rienda suelta a la imaginación. Su gastronomía se nutre de los famosos frittole, unos deliciosos buñuelos de uva y piñones que se mezclan con la grappa (el orujo italiano); o los cróstoli (que significa "charlas" en el dialecto veneciano), unos dulces rectangulares, muy finos, hechos a base de ron blanco y azúcar glas (no olvidéis acompañarlos de un buen chocolate caliente).
Venecia nos espera...
"Tu ley sea el placer, ciudad gigante:
¡Reír, cantar, beber, corta es la vida!
Que, en un festín espléndido y brillante,
duerme el pasado, el porvenir se olvida..."
(A Venecia, José Zorrilla).