Córdoba.
De Medina Azahara a las Cruces de Mayo.
Pocas ciudades celebran tanto la llegada de mayo como lo hace Córdoba. En un mes en el que uno no sabe qué ponerse (que igual te llueve como que sale el sol) Córdoba lo tiene claro: hay que vestirse de flores. Estamos en las Cruces de Mayo, le siguen la Fiesta de los Patios, y parece que la primavera fue inventada aquí.
MEDINA AZAHARA: LA CIUDAD BRILLANTE.
Me detuve en al-Zahra, lloroso y meditabundo,
para clamar entre las deshechas ruinas
"¡Oh Zahra -dije- vuelve a ser!"
Pero me contestó: "¿Y acaso vuelven los difuntos?"
(al-Sumaysir, fines del siglo XI).
A unos 7 kilómetros de Córdoba, agotada, envejecida, elegante, se halla la ciudad de Madinat al-Zahra o, lo que es lo mismo, Medina Azahara, la ciudad brillante. De la imaginación de Abderramán III nace el proyecto de esta soberbia construcción con el deseo de crear una ciudad a las afueras de Córdoba. Quería este califa (el primer califa omeya de Córdoba) dar vida a una ciudad palatina que sirviera de centro administrativo y residencia califal. Hasta aquí viajaron el mármol de Cartago y Almería, el marfil, el ébano, el oro, la plata, acompañados de los mejores arquitectos de Bagdad y Constantinopla. Pretendía Abderramán mostrar su inmenso poder a sus enemigos y manifestar su autoridad. El proyecto duraría unos 25 años, pero la vida de su medina fue breve: las tropas bereberes acabarían con ella setenta años después para, más tarde, ser saqueada por constructores de iglesias y palacios que aprovecharon sillares, columnas y capiteles. Llegar es sencillo. El gps nos llevará hasta un amplio aparcamiento ubicado en el Museo de Medina Azahara, pues para acceder al conjunto arqueológico es necesario tomar un autobús lanzadera que, por un par de euros, nos dejará allí. Imprescindible antes de subir es visitar la exposicion del museo y su auditorio. Gracias a una breve proyección audiovisual podemos hacernos una idea de la belleza de esta ciudad cuando fue construida.
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LAS CRUCES DE MAYO: LA TRADICIÓN HECHA COLORES.
En 25 minutos llegamos a Córdoba. Son las Cruces de Mayo y visitarlas es tarea pendiente desde que íbamos a la Universidad (que ya ha llovido...). El recuerdo de esos compañeros que regresaban borrachos de colores y diversión era algo que teníamos que probar. Las Cruces son una festividad de origen pagano que la iglesia cristianizó allá en la Edad Media. Grandes cruces de flores protagonizan este fin de semana. La costumbre es ir visitando los puntos marcados en el mapa (que podéis conseguir en la oficina de turismo) y tomarse una copita en las barras que habilitan las distintas asociaciones de vecinos. Es música, baile, palmas. Alguien que toca una guitarra, el olor del del vino de Montilla recién servido, los pétalos de rosas al caer. Las cruces se adornan cuidadosamente y enseñan todo tipo de plantas y de productos típicos de la tierra. En algunas es común encontrar un pero (una manzana, llamada así en Andalucía) con unas tijeras clavadas en él. Su significado está lejos de ser una mera superstición relacionada con algún tipo de brujería. El cordobés realiza con esta imagen un juego de palabras: se trata de <<cortar el "pero">>, es decir, detener a los que critican, a los que murmuran "sí, la cruz es bonita, pero..." La ciudad se proclama en estado de fiesta y, durante cuatro días, Córdoba se viste de domingo.
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LA FIESTA DE LOS PATIOS: EL MUNDO HUELE A FLORES.
Con la resaca aún de las cruces, comienza la Fiesta de los Patios, una exhibición de los decorados más bellos y típicos de la ciudad. El patio cordobés está inspirado en las casas islámicas en las que el aspecto exterior se situaba en un segundo plano: la belleza se encontraba detrás de sus muros. Cuando Córdoba es conquistada por los cristianos esta estructura se respeta y aún se encuentra presente en multitud de hogares. El primer concurso de patios se celebró en 1921. Desde entonces los cordobeses dedican su esfuerzo a decorar sus patios particulares y convertirlos en los más hermosos del año. Se concursa durante dos semanas bajo la inspección crítica de los jueces y la mirada atónita de los visitantes. En el recorrido se marcan varias rutas (divididas por barrios) y el turista puede hacer un peregrinaje por aquellas casas que abren sus puertas. Flores de todos los lugares y tamaños, naranjos, limoneros, algún mantón de manila y el espírituo de Julio Romero de Torres que se pasea con orgullo.
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CÓMETE CÓRDOBA Y DUERME CON ELLA.
Si quieres soñar con Córdoba duerme en su casco antiguo, de calles estrechas, de empedrado imposible. Eso sí, elige bien el coche que vas a llevar (alguno pequeño y manejable) porque este encantador laberinto tiene sus propias condiciones y sus paredes no negocian: tu 4x4 acabará hecho un cristo. Nosotros tuvimos la suerte de encontrar un hueco en los Apartamentos Embrujo de Azahar (os recomiendo buscar alojamiento con tiempo), ubicados en torno a un pequeño patio cordobés. Allí todo es tranquilidad, silencio, amabilidad. Inmejorable. A la hora de comer Córdoba es un conglomerado de opciones: desde tabernas con cocina tradicional cordobesa, bares de tapas de estilo andaluz, hasta restaurantes donde los platos típicos se fusionan con los sabores del viejo Al-Andalus. Aquí está prohibido quedarse con hambre. Córdoba es tierra de aceites, de vinos, de dulces con sabor a clavo y pestiños de canela. Destacan su clásico flamenquín y sus variedades de gazpachos: el cocinado a base de almendra (llamado mazamorra) y el salmorejo, una crema que se sirve con jamón y huevo duro.



